Un hombre y una mujer se conocen, se gustan, se enamoran, se casan, y se instalan en un suburbio, con la casa linda de rigor, el jardín, los muebles, y los dos niños. Así empieza este cuento que nos narra a la vida de una pareja americana en la década de los 50’s. Dirigida por Sam Mendes, y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, quienes se reúnen en la pantalla por primera vez desde la ya distante Titanic.
April y Frank Wheeler parecen en la superficie estar viviendo el sueño americano, el suburbio, la casa, los vecinos, todo a primera vista nos remite a las clásicas postales rockwellianas. Y esas ideas de felicidad que por entonces se desparramaban a través de todo el mundo, (¿quién que haya vivido en los 60’s no recuerda los avisos publicitarios de esa época pintándonos esa vida como ideal?), y es la que, aparentemente, viven nuestros protagonistas, al menos en la superficie.
Frank está metido en un cubículo, en un trabajo que odia y no comprende mucho, y por el cual es constantemente regañado por si jefe, lógicamente busca darse sus escapadas extramaritales, tal vez para sacudirse un poco esa sensación de aburrimiento y de falta de realización que le embarga.
April, por su parte, esta igualmente aburrida con el papel de esposa y madre, (al comienzo del filme, vemos que fracasó en su intento de ser una actriz), y en su afán por sacudirse de su gris existencia le propone a su esposo la idea de usar sus ahorros, sumados a la venta de la casa que poseen, para mudarse a París, lugar donde ella trabajará como secretaria en alguna agencia gubernamental, para de ese modo mantener a su esposo y familia, durante el tiempo en que éste se decida a hacer lo que descubra que le da mayor placer.
La idea es aceptada y acordada por ambos, pero pronto dos circunstancias enormes se ponen al paso, y es así que vemos como empieza a estallar la situación entre los dos cónyuges. La pareja tiene a otra pareja de amigos, con quienes departen ocasionalmente en cenas o salidas. También tienen de vecina a una señora que fue la que les vendió la casa, quien les pide poder llevar a su hijo con ellos para una cena, aunque les advierte que el hombre está bajo tratamiento siquiátrico.
Y es precisamente este personaje, cuya locura consiste en decir las cosas tal como son, sin adornos y a veces con excesiva rudeza, el que finalmente les hará dar caer en la cuenta de que van camino al desastre.
No es una película para sentirse bien luego, o una que nos entretenga, en muchos casos, alguien se reconocerá o identificará con alguno de los personajes, y posiblemente esté ponderando su vida en los términos de que hay veces en que ansiamos por más, o por algo diferente, lo que sea que los saque del pozo gris en el que a veces sienten que su vida ha caído.
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